Inteligentes, arriesgados, con una madurez de pensamiento, con sueños, anhelos, metas, ilusiones, claros en sus objetivos, con ganas de cambiar su país y hacerlo mejor, aguerridos, fuertes, así fueron los jóvenes que cayeron fulminados, heridos, amedrentados con las balas de unas armas que trataron de silenciar sus voces. Y ¿dónde quedaron todos esos jóvenes? Muchos de ellos ya no están aquí, sólo su sangre, aunque ya no se pueda ver, quedó como tinta indeleble en una explana que fue testigo de la extinción de su juventud. Algunos otros continúan haciendo sus vidas 'normales' como personas adultas, trabajando como profesores, como lideres de opinión, ¡qué sé yo en cuantas profesiones más! Pero todos marcados por un recuerdo, por una fecha, por un dolor.
¿Y los jóvenes de hoy? ¿Dónde estamos? ¿Qué son de nuestros sueños? ¿Qué metas tenemos? ¿Dónde están nuestras voces? ¿A caso alguien nos ha silenciado como aquéllos que dejaron sus vidas en el cemento? ¡No! Simplemente están perdidas en la mediocridad, en la falta de interés, en los vicios, en la frivolidades de un mundo material. Ya nada nos importa, ya nada nos interesa, no nos importa tener un país mejor, una sociedad mejor. Creemos que una credencial es para poder entrar a un antro, pero no para ejercer nuestra opinión. Creemos que es más importante ser personas bonitas y de buen cuerpo, que personas cultas e inteligentes.
No seamos una generación X, seamos una generación activa, que digamos al mundo lo que creemos, lo que pensamos, lo que sentimos y así construyamos nuestro futuro. Hagamos de aquellos jóvenes del 68, nuestro modelos a seguir, no dejemos que se apague aquel silencio que se hizo más fuerte después los gritos opresores de las armas.