La reunión de toda la familia, la cena, los regalos, los abrazos y muchas cosas más, es lo que desde niño, me ha emocionado de la navidad. Pero tal parece que este año no fue así. Era 24 de diciembre por la mañana, desperté sabiendo que tenia mucho por hacer, pero la emoción de otros años no había llegado.
Mi día comenzó por el desayuno (antes que nada hay que comer), después continué envolviendo regalos, que una noche antes ya había iniciado. Doce del día y tenia que llegar a la cita acordada para mi corte de cabello, y como siempre, perder una hora ahí. Regresé a mi a casa para inmediatamente salir a la calle con mi hermano, esta vez, a comprar el regalo de intercambio que cada año se hace con mi familia. Tardamos más de dos horas en buscar un regalo para la persona que me había tocado en dicho intercambio, sin encontrar nada aún. Pero ya hacia hambre y había que volver a casa para comer, descansar un rato y salir a buscar de nuevo el regalo.
Comí, descanse veinte minutos y comencé a envolver regalos, OTRA VEZ. 17:30 hrs. de nuevo a la calle, pero en esta ocasión a Plaza Zapotlán. Cerca de dos horas y después de dar más de 10 vueltas a la plaza, por fin, encontré el regalo, ahora había que comprar más cajas y más papel para los regalos. Llegué a casa a envolver MAS obsequios, pero no solo faltaba eso, tenia que hacer la ensalada de manzana que acompañaria la cena. Mi mamá me ayudo a partir las manzanas. Tal vez pensó que no alcanzaría a terminar todo. La ensalada quedó rica, pero tenia que continuar con los regalos.
21:15 hrs. todos lo regalos estaban listos. Veinte malditos regalos tuve que envolver, regalos que serían para el intercambio, para mis sobrinos y para mis papás. Envolturas que en menos de un minuto ya estarían en la basura. Terminé odiando las cajas, la cinta adhesiva y los papeles de regalo, pero al final, me sentía bien por ser parte de esa ilusión que los niños tanto disfrutan en esta fecha, y me refiero a esa ilusión de creer que realmente el Niño Dios es el que trae los regalos, esa con la que yo crecí y que disfruté.
Al terminar con los regalos, ahora solo hacia falta darme un baño, que bastante falta me hacia. Eran después de las diez de la noche cuando llegué a la casa de mi abuelo, ya estaban algunos de mis tíos, sobrinos y primos. Ahora teníamos que esperar a que llegaran todos para comenzar el intercambio, pero mientras aprovecharíamos para cenar y disfrutar de ese rico lomo relleno que mi mamá cocinó. Luego vendría el intercambio de regalos de los niños, y justo a la media noche el abrazo para desearnos una feliz navidad. Ese abrazo que de nueva cuenta tomaría un toque de nostalgia, pues el abuelo todavía hace un año estaba con nosotros.
Entre risas, bromas, y abrazos fue como se realizo el intercambio. Este año, recibí una sudadera, que realmente me gusto. La noche no terminó ahí, mi papá, como en casi toda reunión familiar, se pondría a tocar la guitarra y a cantar.
Después del largo día, me sentía cansado, con dolor de espalda y con mucho sueño, así que la noche terminó temprano para mi. Dormí, descansé, pero me levante por la mañana para descubrir un dolor de cabeza que duraría hasta la noche, y el cual sería uno de varios malestares que los provocaban mi garganta y anginas inflamadas, y que hasta el día de hoy que escribo estas lineas, aún continúan inflamadas.
Y así, fue como transcurrió mi día de Noche Buena y mi Navidad. Mentiría si dijera que no disfruté de los dos días, pero no fue la misma emoción de años anteriores, no sé que pasó. Lo que si llegó, fue una nostalgia muy fuerte al recordar las navidades cuando yo era un niño. No es la primera vez que pasa, pero por lo menos este año solo duró un instante.
KiKo...
'Una navidad más, pero con la diferencia que esta vez, tu estás en mi vida. Gracias'
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